14 de jul. 2008



Te escribo desde
el dolor de la penumbra,
desde los negros pozos de alquitrán,
desde mi oscuridad absoluta;
porqué soy feliz.

Te escribo porqué
entindo que te ocurre
y lo que siento.
Te escribo entre
botellas de papel.

Te escribo mientras veo
que me miran.
Me observan,
compadeciéndome,
y medio temiendo
mi sonrisa de loca de atar.

Más allá de la ventana
todo es verde y azul.

Me miran y sonríen.

Te escribo porqué
me duele no hacerlo,
porqué desntro de mí
arde,
como aquel mechero
que nunca explotó
en la asfixiante calor
de tu coche.

Arde como los restos
férreos, deshechos,
fundidos,
de la carrocería
y el plástico del parachoque.

Te sostení la mano
hasta el final.
Hasta ver desvanecerse
tu luz
en el fondo de tus ojos.

Te apagaste como la llama
que nunca debí encender.

Me miran, sí.
Y sonríen.

Te escribo, sí.
Y rompo el papel.

Y les devuelvo la sonrisa
para que entiendan mi temor.